Casi todos, cuando estábamos pequeños, pasamos por la experiencia de ir a casa de la abuela o de algún familiar y nunca faltaba quien nos dijera: “Pídame la bendición”. Con mucho aburrimiento y entre dientes, uno lo hacía. La respuesta más común era “Que Dios te bendiga”. De manera cariñosa y en algunos casos para representar el respeto o un rango en la familia, esta tradición que parece ingenua lleva consigo un gran poder.
Si buscamos la palabra “bendecir” en el diccionario encontraremos: “alabar, elogiar, enaltecer, magnificar” y etimológicamente hablando, bendecir viene del latín “benedicere” (bene= bien y dicere = decir) y es simplemente eso: bien decir o decir el bien, así de sencillo.
Por tonto que pueda parecer, todo aquello que es bendecido, se transforma en positivo, aumenta y multiplica su bien.
Para bendecir, no necesitamos un cura o alguna entidad específica. La bendición funciona como un conjuro mágico y poderoso, que atiende a la simple pronunciación de la palabra.
¿Qué puedes bendecir?
La respuesta es, ¡todo! La bendición es un catalizador para todo aquello que quieras que prospere: tu empleo, el dinero, tu salud, el amor, la unión familiar y en general, cualquier cosa que desees. Tus palabras serán como un hechizo y si van acompañadas de fe, el conjuro es infalible.
¿Cómo bendecir?
Tenemos que saber específicamente qué queremos bendecir en nuestras vidas (o en las de otro) y tener en cuenta que todo aquello que sea bendecido, crecerá, aumentará y se magnificará.
No deberíamos, por ejemplo, bendecir a una persona que está enferma, pues empeorará; lo que tenemos que bendecir es la buena salud en esa persona y “milagrosamente” su mejoría se hará notar.
Decía Conny Méndez que hay que saber bendecir y cuidar la manera en que lo hacemos. Por ejemplo, se debe bendecir la cartera cuando está llena y no cuando está vacía. Se debe bendecir la nevera cuando acabamos de hacer mercado. Se debe bendecir el buen funcionamiento del auto, y se tiene que tener cuidado con bendecir la abundancia sin especificar, pues una señora bendijo su abundancia y ¡zaz! engordó un montón.
¿Cuántas veces hacerlo?
Cada vez que lo recuerdes, bendice y da gracias. La constancia y la disciplina siempre generan excelentes resultados, así que acostúmbrate a bendecir tu bien, el de otras personas; el amor, la amistad y todo lo que quieras, siempre muy consciente de lo que estás haciendo.
Ya sea por teléfono o por mensajes de texto, yo acostumbro decirle a mi mamá cada día “Ción”, a lo que ella, sin recortar las palabras me responde: “Que Dios te bendiga”. Yo siempre estoy bendecida y doy gracias por eso.
¡Bendice! Es gratis, es poderoso y mágicamente efectivo.
Y a ti, ¡Que Dios te bendiga!.